Ya tenemos todo para comenzar a escribir y una de las cosas más importantes en una historia, es saber llegar al corazón del lector. No necesariamente hacerlos llorar como Magdalena, sino que hacerlos sentir como se siente nuestro protagonista. Para esto podemos utilizar los tan conocidos "tipos de narradores".
"la pena fue tanto, que no resistió. Sin que Mario pudiera reaccionar, la joven cayó desmayada".
Lo vi ingresar en la casa con bastante nerviosismo, tanto que me alteró un poco. Se escucharon unas súplicas, era la voz de Fernanda. Golpe tras golpe, parecía una pelea entre hombres, pero an esa casa sólo habitaban él y Fernanda. Todo se había silenciado, pero nuevamente las voces se escucharon por doquier.—¡¿Crees que no me di cuenta?! ¡¿Ah?!—¡Marco, por favor, no! —la voz de Fernanda sonaba acongojada. Parecía tener miedo —. ¡No, por favor! ¡No!Un golpe seco invadió el silencio, acompañado de un quejido y llanto. Parecía como si alguien hubiera chocado contra algo y botado, debía ser que Marco había golpeado fuertemente a su mujer, haciéndola caer al suelo o apegado a la pared. Fernanda debía estar muy asustada. Por último, un disparo.
Estaba sentada en mi cama arreglando el pantalón de mi pequeño hijo. Tomás estaba en el colegio a esa hora, de seguro en un recreo jugando con sus amigos. Tomé un poco más de hilo y enhebré mi aguja, pero cuando iba a anudarlo, escuché cómo se cerraba la puerta principal fuertemente. Dejé a un lado el pantalón y me dirigí hacia la salida de mi habitación, cerrando la perta antes de abandonarla.Al llegar al primer piso, miré a mi esposo. Su mirada también se posó en mí, pero cuando le iba a saludar, se acercó a mí y me dio un empujón, gritándome como nunca antes. Hablaba sobre algo que no sabía, algo como que lo estaba engañando.—¡¿Crees que no me di cuenta?! ¡¿Ah?! —me gritaba mientras hundía su dedo en mi pecho fuertemente. Tomó mis hombros y comenzó a moverme fuertemente. Tuve mucho miedo, creía que cualquier cosa podía suceder. Unas lágrimas invadieron mi rostro.—¡Marcos, por favor, no! —rogué, pero él tomó un plato y lo aventó contra la pared. Luego su mano chocó contra mi rostro, haciéndome perder el equilibrio y que cayera sobre una mesa, volteándola—. ¡No, por favor! ¡No!Vi perfectamente como se apresuraba hacia donde mí, por lo que rápidamente, y como pude, me puse de pie. Lloraba fuertemente, sabía qué podía llegar a hacer, era muy violento cuando estaba enojado, yo lo sabía. Alcancé a tomar su revolver, aquel que él escondía para defenderlos. Le apunté, pero parecía no importarle, parecía saber que yo era incapaz de matarlo. Se acercó y lo tomó fuertemente, tratando de quitármelo, pero entre tanto tironeo el arma se activó y la bala terminó dando en el abdomen de mi esposo.
Fernanda era una joven mujer de no más de treinta años. Sus ojos marrones combinaban con su cabello del mismo color. Su mirada estaba un tanto ausente recordando a su pequeño hijo. Tomás ya iba en el colegio y ella, al no ser tan alta, muchas veces se preguntaba a qué edad Tomás sería más alto que ella.La puerta se abrió fuertemente, entrando por ella Marcos, aquel hombre alto de cabellos negros y ojos marrones. Estaba enojado, pero también herido. Le habían dicho que su esposa lo engañaba con su mejor amigo, con aquel que había pasado toda su niñez y también su adultez, con él había estado gran parte de su vida, ¿cómo podía hacerle algo así? ¿Cómo podía haberse acostado con la mujer que él más amaba?Su mujer apareció al pie de las escaleras, sus miradas se encontraron y él se acercó a Fernanda, contándole entre gritos lo que había averiguado. Ella estaba asustada, ¿cómo era que podía desconfiar de ella? ¡Ella estaba con él incluso con su problema del alcohol! ¡Ella seguía a su lado después de las muchas veces que le pegaba!